Si fue larga o fue corta,
si fue alegre o fue triste,
ya casi no me importa.
Y aquí estoy, esperando.
No sé bien lo que espero,
si el amor o la muerte,
lo que pase primero.
Algo tuve algún día;
lo perdí de algún modo,
y me dará lo mismo
cuando lo pierda todo.
Pero no me lamento
de mi mala fortuna,
pues me queda un palacio
de cristal en la Luna.
Y por andar errante,
por vivir el momento,
son tan buenos amigos
mi corazón y el viento.
Por eso y otras
me deja indiferente,
aquí, allá y dondequiera,
lo que diga la gente.
¿Trampas? Pues si,
hice algunas;
pero, mal jugador,
yo perdí mas que nadie
con mis trampas de amor.
¿Pecados? Si, aunque leves,
de esos que Dios perdona,
porque, a pesar de todo,
Dios no es malo persona.
¿Mentiras? Dije muchas,
y de bello artificio,
pero que en un poeta
son cosas del oficio.
Y en los casos dudosos,
si hice bien o mal,
ya arreglaremos cuentas
en el Juicio Final.
Eso es todo. He vivido.
La vida que me queda
puede tener dos caras,
igual que una moneda:
una que es de oro puro
la cara del pasado,
y otra, la del presente
que es de plomo dorado.
Por lo demás, ya es tarde;
pero no tengo prisa,
y esperare la muerte
con mi mejor sonrisa,
Y seguiré viviendo
de la misma manera,
que es vivir cada instante
como una vida entera,
mientras siguen andando,
de un modo parecido,
los hombres con el tiempo
y el tiempo hacia el olvido.