*El pozo seco



Dejé mi copa en el brocal maldito.
Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco,

pero el coro sarcástico del eco

me devolvió multiplicado el grito.




Llegaba tarde: el pozo estaba seco.
Un gran golpe de viento llenó el pozo,

y, al recorrer su vertical garganta,

en su más honda hondura oí un sollozo,

donde cantaba el agua y ya no canta...


Brillaba entonces la primera estrella,
pero el anochecer amanecía

cuando me puse a comparar aquella

profunda sed del pozo con la mía.


Y allí dejé mi copa abandonada,
con un tardío gesto de homenaje

por quien se supo dar sin pedir nada

al que calmó su sed y siguió el viaje...


Y allí, junto al brocal ennegrecido,

y el cubo roto y la inservible rueda,

comprendí que no cabe en el olvido
la ingratitud de un agua que se ha ido

ni el espanto de un pozo que se queda...






 

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