*Profecía



El tiempo trae a mis sienes

imágenes de mi huerto

y de aquel blanco desierto

ungido de parabienes.


Se vistió la pobre arcilla
de sueño, rosa y armiño,

de luna y rayo fecundo,

y al volar por este mundo

crujiendo cándida gloria

me vienen a la memoria

aquellos años de niño.


Una voz atribulada viene
y va por mi recuerdo

preguntando si me acuerdo

de aquella infancia pasada,

de aquella suerte cebada

en una planta tan leve

de aquella infancia tan breve

que por tan breve y tan fría
más
que infancia parecía
vejez
de luto y de nieve.


¿Que si me acuerdo?
Podría
olvidar el tiempo aquel,
aquel tiempo todo hiel
todo hiel y luna fría,

aquella niñez sombría,
aquel tiempo de candor
y aquella madre de amor

arrodillada en el suelo

mientras nevaba en su pelo

con una nieve de dios.


Nieve de mi primavera
arcángel anunciador

de todo cuanto era flor

y cuanto inocencia era.


Madre de rosa y de cera,

madre de sol y de canto,

con que amargo desencanto

vivió muriendo en la cueva.


Su pecho lleno de pena
sus ojos, sus ojos llenos de llanto.

Flecha de falso cupido
que hirió su noble cintura,

toro de mala ventura
con dos pitones de olvido.


Toro de negra suerte,
dos pitones sin honor,

tronchaste una rosa en flor
y en la plaza de la muerte

ante torero celeste

has de morir sin perdón.
 

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